miércoles, 27 de febrero de 2008

De sueños sin sueños

Sé que venis. Que entráis cada noche a buscar sueños. Que pululáis buscando, esperando. Que no encontráis, perovolvéis. Lo sé por los sms que encuentro en el móvil como un recordatorio, por los besos y flores que alguien se olvida en mi correo. Porque noto vuestras pisadas por los engranajes y noto también la caricia de los silencios en esta nave inmensa de improductiva historia.

El problema es que no sé qué hacer con una fábrica de sueños sin sueños. Esta factoría se levantó en un tiempo en que soñaba despierta y vivía dormida. Dejé hipotecado hasta el último ladrillo y ahora no sé cómo hacerle frente. O simplemente es que no quiero pagar el peaje que supone que te roben el alma con los ojos cerrados. Quizá es que a veces los sueños sean igual de pesados que levantar una trapa que se niega a despegarse del suelo. Quizá es que los sueños se venden tan caros que dejaron en números rojos mi cuenta.

Sé que venís. Que la fábrica se mantiene con vuestra luz y mis sombras en este tiempo en que vierto mi tiempo en los sueños de una pasión que nos une. Y no sé qué deciros, si soy una contadora de cuentos sin cuentos. Sigo sin tener respuestas, vivo en la pereza constante de quien renuncia a asomarse al balcón de cada día. Pero sé que venís y por eso hoy vine a dejar constancia de que sigo viva; viviendo viva, durmiendo despierta para no volver a caer en la tentación de soñar. Y os sonrío a mi manera mientras libro batallas que ya no me matarán, mientras dejo atrás patrias que nunca fueron mías. Algún día celebraremos lo mucho que me hicieron crecer sus cicatrices.

p.d. Os dejo en prenda la puerta abierta para que sigáis campando por esta factoría como perro por su casa. Y el derecho a no decir nada, para que no me mande a hacer puñetas Darío, que anda ya soñando procesiones por las calles del levante y del poniente. Simplemente, seguid soñando y no contestéis.

viernes, 8 de febrero de 2008

De Toro a la Viña (las cosas que olvidé contar)

Sé que tengo descuidada la fábrica. Sé que la pereza me ha vencido en estos días primeros de febrero y que el tiempo ha resultado escaso para hacer propósito de la enmienda y sentarme a escribir. A soñar. A dejar constancia de los tiempos que no viví y de las cosas que olvidé contar.

Y ahora que van pasando los días, sé que olvidé decirle a Marta que su Toro estaba precioso vestido de Carnaval. Que la Torre del Reloj parecía más alta. Que el balcón de Pilatos ensanchó sus vistas. Que las calles se vistieron de Domingo Gordo y fiesta como si fuesen el marinero barrio de La Viña. Que los soportales se llenaron de parodias entre vino y vino. Que sus paisanos tomaron las calles y perpetuaron bodas, lentejuelas y lutos.

Olvidé contarte, Marta, que tu tierra cumplió con la tradición del desparpajo, ya enterrado bajo la ceniza de la Cuaresma en este viernes primero de la Cuaresma que ya es sábado incipiente en esta madrugada muda. Sé también que sus rescoldos de siglos abrasan a tu gente, que comenzará a escribir romances y murgas en cuanto pase la Pasión.

Y te ilustro todo esto con una foto nocturna que robé un día en una página sin saber siquiera quién es el autor. Porque veo en ella la ciudad bajo el signo de Tauro con olor a reposo y silencio. A niebla de invierno; a humedad y frío. La que me guarda los pasos en sus losas. La que viste de racimos y uvas el mes de octubre. La que engalana de lluvias y frutos la Vega. La que extiende albero de quita y pon mientras espera nuevas fuentes de vino en su coso tres veces centenario. La que se cobija siempre a la sombra de su orgullosa colegiata. La que abre sus puertas en majestad a todo aquel que quiera acceder a sus secretos.
He dejado pasar, Marta, tu carnaval toresano. Porque quise esperar a contártelo así, en tiempo pasado. Como si Toro fuese la Viña, que sigue cantando noche tras noche versos porque en Cái no hay entierros ni sardinas que apaguen las gargantas. Quise contártelo despacito, como un sueño. Despacito, de retirada, igual que han vuelto mis manteos de Águeda a los cajones. Igual que reposa ya en el armario de los sueños este Carnaval que olvidé contar.

sábado, 2 de febrero de 2008

En la ciudad de Cádiz....

Puede que a vosotros el encabezamiento de esta entrada no os diga nada. "En la ciudad de Cádiz, siendo las...... horas del ..... de febrero...". Pero ese encabezamiento mantendrá esta noche larga a mi Cái en pie, hasta que el templo de ladrillo colorao quede mudo y vacío, sólo con los compañeros de prensa en el foso, y salga al escenario el jurado oficial del Carnaval para leer el fruto de sus deliberaciones.

Es un momento mágico, especial, que yo he tenido la suerte de vivir al pie del cañón, aunque fuese un cañón de coplas. El teatro a media luz, el escenario inundado de papelillos, las flores que pueblan el escenario en la gran final -hoy anturim rojo, el año pasado rosas amarillas- ofreciéndose a quienes día tras día informaron a los jartibles del mundo de cada sesión, de cada verso, de cada garganta rompiéndose en amores con el nombre de Cádiz por bandera. Las mujeres de la limpieza, reinas al fin por unos minutos, ocupando los palcos de las ninfas donde aún resuenan calientes y llenas de vida las jóvenes palmas de sus tanguillos.

Y mientras esto escribo, vivo una final atípica a cientos de kilómetros con el Falla encerrado en una pantalla de televisión. Aquí mismo, edificado sobre los cimientos mismos de mi corazón, sobreviviendo, latiendo, soñando Carnavales. Son las dos y diez de la madrugada. Quedan, al menos, cerca de tres horas de coros, comparsa y chirigota, mientras un cuarteto provoca las risas mañaneras de la ciudad que no duerme en febrero.

Y permanezco en vigilia con la Cádiz que permanece en vigilia. Y me enjugo lágrimas de emoción y alegría por cada mensaje de aquellos amigos que se acordaron de mi cuando subió al escenario la Banda del Capitán Veneno. Mi veneno. Mi banda.

Y volverá nuestro Falla al silencio que precede a la fiesta, y habrá bullicio en la plaza y bocatas y brindis en el ambigú. Y esta larga madrugada dará paso al carnaval de la calle, a las noches húmedas y chirigoteras por la Viña, a los coros en sus bateas vistiendo de tangos a la novia del mar. En la ciudad de Cádiz donde mañana, hoy mismo, ya sérá otro día.

Y yo he cumplido mi promesa, Cádiz, porque un día te dije que no pasaría un solo año de mi vida sin vivir tus carnavales. Aqui o allí. En el teatro y en la calle. Pisando la Viña o soñando, simplemente soñando, como te sueño ahora con tus calles abarrotadas preñadas de versos e ingenio.

En mi sueño de Cádiz, siendo las 2.23 de este dos de febrero.....