lunes, 29 de marzo de 2010

Buscadme aquí




Una niña de tres años mira a la cámara. Abrigo negro, capota negra, guantes blancos, medalla con cinta verde al cuello. Es su primera procesión, de la mano de su prima. Es el primer paso cofrade en una larga vida cofrade. Mañana de Jueves Santo, junto a las piedras del Seminario, en la plaza de San Andrés.

Han pasado treinta y siete años desde que Trabanca el viejo nos hiciese esta foto a mi prima Carmen y a mi. Pero hoy las calles de Zamora se han vuelto a llenar de niños con sus palmas. Niños que han traído la primavera en sus ropas de estreno, en sus zapatitos brillantes, en los nervios de cada Domingo de Ramos.

En los próximos días echaré mano de esa niña que miraba a la cámara para poder mirar con los mismos ojos, para reconocer a la Zamora donde viene a morir y a resucitar un Cristo sin Cruz cada año.

El que quiera acompañarme, que me busque aquí.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Grillos


(Para Juanma, que los hace cantar todas las noches)

I.

Hay un ejército de grillos sobre mi mesilla, un coro de grillos sobrevolando mis sueños que canta junto a mi almohada con voz breve, de nieve, sin que les duela la garganta, acariciando mi pelo, ya dormido, con los dedos húmedos del aire.

Hay un coro de grillos de canciones tardías que nunca llegan tarde, grillos que beben del dolor en la fuente eterna, en el nombre del amigo muerto, en la verdad bajo las flores como un río ardiendo, como el ritmo ardiendo de un grillo ido, un grillo que sabe la forma de tus ojos. Quemando, como la primavera pulsando las cortezas, dejando atrás las aguas amarillas del otoño, el beso con sabor a manzana sobre tus labios olvidados.

II.

Hay un coro de grillos azules, verdes y blancos, memoria de los colores, de las heridas que cantan sobre el agua, que nunca es oscura. Acaso es tu voz, que me quiebra y me precede. Acaso son tu voz los grillos, abriéndose en la luz que a otra luz lleve, diciendo también el aire, mirando la nieve sin brechas en los ojos. Acaso es tu voz y el canto se hace en ella. Tu voz en la lluvia cuando todo es invierno; tu voz azul impuro donde duerme la hoja. Tu voz silencio rumoroso, desierto, desconsuelo.

Hay un coro de grillos que bate las alas inmensas sobre la extensión de la herida, el silencio que arde en la raíz del canto, en sus alas transparentes. Los ojos, la noche, la sed que se marcha con los ríos como todo lo que se llevan: el corazón, la lluvia, el peso de las flores. Acaso es tu voz nombrando lo que no es de nadie, sin decir la lluvia, sin que nada advierta tu presencia, el azul manso de la muerte; el beso, el aire sobre tus labios breves.

III.

Hay un coro de grillos dictando tu nombre sin abrasarse las alas, escribiéndolo sobre la tierra, en la luz hermosa, en la humedad del aire. Y su cántico sostiene en la nada lo poco que tenemos, un nombre, tu nombre. Y cosen con hebras de plata tu voz y el frío, lágrimas que siempre regresan azules y duraderas. Y van hollando el camino para que no olvide tu lengua.

Hay un coro de grillos cantando, poniendo nombre a las flores que siempre estuvieron, que siempre están en el ramo que compila esa mano que las toma, y las respira. Acaso es tu voz, la sangre que no has sido, la caída alta y lejana de cada beso. Acaso no es tu canto la forma de su ausencia, el olvido; acaso son tu voz los grillos del camposanto que no escuchan los que perdieron la costumbre de la tierra. No digas por eso la pérdida, este frío sin frío de la nada. No digas el silencio de la llama que dice lo ausente, sin ruido de palabras, sin suelo de amapolas. Acaso eres tú. Acaso es tu voz aprendiendo la música de lo que nunca has sido. Acaso eres tú aprendiendo a cantar cómo mueren las fuentes. Pero dime si la luz es ya otra.

Dime si vuelven tus alas lastimadas a alumbrar la claridad dormida de la sal en la carne. Dime, al menos, si reconocen tus pupilas otra vez el cielo.

IV.

Hay un coro de grillos leves. En la luz, la palabra y el silencio; en la levedad de la inocencia que precede al aliento de las flores. Acaso es tu voz sobre mis párpados, siempre en la sed, desde la lluvia, ligera, y más ligera aún para la muerte. Acaso es tu voz el espejo donde se mira el aire, la levedad, el arco imposible que antes fue frágil; espesor de un silencio que no desciende al nombre del silencio. Acaso tu nombre, acaso los grillos sobre tus labios. Espesor de lo alzado; la levedad, un peso que no sangra. Así tu cántico hondo, la nada soñadora. Así los grillos que azuzan cada noche mi canto.

Hay un ejército de grillos cantando sobre mi mesilla en el papel desgarrado que desvirgaron mis dedos cuando no sabían de su estrofa. Y me gusta escuchar su música porque nunca se me hace tarde, porque nunca llega tarde el canto. Y adivino en tu lengua su métrica, porque ya conoces el aire de otro modo. Acaso es tu voz, que guarda las canciones de mis ojos. Acaso es tu voz salvando el dolor, aunque sea de noche.

Yo, querido Juanma, escucho los grillos e intento cantar con ellos. Cantar contigo.

Y me da miedo escucharlos por si un día echo de menos su cántico.


(p.d. Esta entrada versa sobre el libro 'Grillos' del poeta Juan Manuel Rodríguez Tobal. A él le debemos la belleza de las palabras, el cántico de estos grillos)

(p.d.2 La foto la robé de internet y no recuerdo dónde ni a quien. Es nuestro Duero amaneciendo. Si alguno sabéis la autoría, decídmelo para indicarlo. Seguro que a esa hora cantaban los grillos.)

sábado, 13 de marzo de 2010

Eres eterno, Miguel Delibes


No creo en las naciones más allá del útero de mi madre, ni en las divisiones territoriales que sobrepasan las huellas que marcan mis pies, memoria de mis pasos, apenas nada. Pero si Castilla tiene una bandera ondeando sobre el cereal y el adobe, sobre la piedra y la lluvia, es la palabra de Miguel Delibes.

Cielos azules, vides y palomares. Tormentas de verano, sol de agua. El silencio y las espigas. La mansedumbre de los bueyes, las pulgas de los perros. Los cipreses de los cementerios y más allá los montes y las aguas. Las beatas y los lutos, los rosarios de corrido, los nombres desdentados, los misterios a media voz, el incienso rancio de las iglesias. La sonrisa de los niños. La ternura de todos los Azarías del mundo. Adiós, milana bonita. Adiós.

El canto llano de cada pueblo, las manos agrietadas, las gargantas embrutecidas por el vino, los orines contra las tapias, las pieles curtidas de inviernos al raso. La semilla fecundada en el campo; el sudor de los jornaleros, santos inocentes del yugo y el arado; las cosechas, las flores y los frutos. El lenguaje oculto de los cercados, el rebufo cálido de los establos, el mediodía de las torres preñadas de cigüeñas. Y el pan; el pan recién horneado, rubio y rugoso, esponjado; la burda lana de los paños otoñales, el viento silbando junto a las ventanas, la niebla cerrada contra el alba. Los secarrales de agosto, plomo y castigo. El verso contenido de Castilla latiendo, reventando, hiriendo.

Mientras los políticos se empeñaban en explicarnos Castilla, en invertarse Castilla, Delibes abrió con su prosa mágica las puertas, destripó su alma, descifró su lengua escribiendo en la tinta ocre del surco, terruño y mortaja, velorio de cinco horas, Lola Herrera en pie sobre una silla y un ratón espontáneo sobre las viejas tablas del Ramos Carrión, Mario en su ataud, impasible. Mario muerto.

Miserias de los pobrecicos, dehesas de terratenientes, encinas, rapaces en vuelo, pólvora en los bolsillos, metralla de siglos en las carnes, sequía de siglos en los vientres. Castilla nunca fue tan extensa como su mirada. Castilla siempre cupo en la palma de su mano.

Castilla eterna, inmensa en tu palabra bella y descarnada.

Eres eterno, Miguel Delibes.

lunes, 1 de marzo de 2010

Don de ebriedad (Perrier y limón)


Si no beben licor alguno mis labios, si el alcohol pasa de largo por mi sangre. Si los hielos danzan entre el gas y la nada, si es sólo de agua la claridad desmembrada en temporales que viene del cielo..... ¿cómo es posible que regrese borracha de alegría cada vez que os tengo cerca?

(Gracias, santísima trinidad de las no copas en el Aureto)

(La foto la robé hace tiempo de internet y desconozco su autor. Si algún fabricante lo sabe, que me lo diga para enlazarlo por esta joya)