jueves, 18 de octubre de 2012

Llueve


Llueve. Llueve con lluvia que no cesa, como ese rayo que incendió de dolor las palabras del poeta, la elegía, el cántico en la muerte del amigo, la ausencia de todo lo que alguna vez se ha amado.

Llueve lluvia sin sed, lluvia que no limpia, que no lava, que no arrastra. Que no alivia esta otra sequía, las tripas contra las tripas, pegadas; este vacío que no quiere más lágrimas, ni más agua, ni más nada. Que no necesita nada. Que no pide nada. Ni siquiera palabras. Ni más lluvia. Nada.

Llueve. Michu se acerca a la ventana, husmea las gotas que empapan el cristal y se enrosca sobre el cojín, cerca, a mi lado, sin hacer ruido. Duerme. Como si no lloviese. Como si el cielo no gritase tantas cosas, tanta pena sobre mojado, tanto vértigo, tantos latidos muertos, este precicipio en el que vivo. No sabe que cuando llueve es la noche la que golpea en la ventana con sus nudillos de agua. Esta noche tan larga, tan sin luna. Este silencio que no cesa.

Afuera sigue lloviendo.


(La imagen es de internet. Desconozco su autor)

No hay comentarios: