jueves, 22 de noviembre de 2012

Vestida de azul y de verano

(Para Fina, que acaba de cruzar al otro lado de la vida)



La última vez que nos vimos estabas sentada en una terraza con un vestido azulón, azul rabioso, como tus ganas de vivir, como la energía con la que has luchado todos estos años contra ese puto cáncer que a cualquiera lo hubiese tumbado y a ti sólo te dejaba fuera de circulación un tiempo para volverte a poner en pie y seguir caminando.

Tan pequeñita, tan mermada ya, pero con una sonrisa tan inmensa que me caló hasta los tuétanos y me alegró el día. Y te abracé. Y te lo dije en voz baja, tan emocionada, que había días en que merecía la pena levantarse sólo por verte así, en la calle, plantándole cara a la enfermedad, sonriendo, tan valiente.

Así te recordaré siempre: desde la emoción, desde la alegría, por encima del dolor. Infatigable, inquebrantable, vestida de azul rabioso y de verano, sonriéndome, abrazándome, celebrando la vida, tu vida, tus pequeñas victorias después de cada ingreso, de cada tratamiento, de cada prueba.

Gracias por tu lucha, por tu ejemplo, por tus tremendas ganas de vivir, por la esperanza que has insuflado en cada uno de nosotros. Gracias por tu alegría, por tu valentía, por tu dignidad, por la inmensa lección de vida que nos dejas escrita en el viento.

Descansa al fin, cariño.



(Amiga y compañera de mi madre, se nos acaba de morir una mujer increíble, después de varios años de lucha sin tregua contra el cáncer. Agradezco a la vida el privilegio de haber podido conocer tan de cerca su tremenda valentía, la fuerza de su espíritu, el legado de alegría que nos deja. Te queremos)

(La foto, preciosa, es de Ricardo Martín y de su página 'Zamora en imágenes')

viernes, 16 de noviembre de 2012

Siempre juntos


Cierro los ojos y los veo así. Sonrientes. Juntos. Abrazados. Tan al lado. Así, como una sola cosa. Indivisibles. Noelia y Javier. Javier y Noelia. Mis amigos. Mis confidentes. Tan cerca siempre.

Cierro los ojos y los veo así, haciendo cierto el milagro del amor. Esculpiendo la alegría al otro lado de la cámara, en el día a día, cuando las cosas cobran su significado real y dejamos atrás los sueños. Dignificando el periodismo, haciendo hueco entre plaza y plaza para besarse con los ojos, para seguir sumando, para erigir sobre el aire un paraíso donde sólo caben dos.

Será mañana y yo no podré estar. Tan lejos, tan al lado. Al pie del mar. Quizá esté en el aire, con ellos, como ellos han estado tantas veces conmigo y yo he sentido su presencia acompañando, consolando, celebrando. Y volveré a creer en el amor, aunque mi corazón esté tan hecho pedazos, tan descreído de todo. Y volveré a creer en la emoción de quererse, en la seguridad de dar un paso al frente y poner tu vida en las manos de otro. En la fortaleza de un abrazo. En el invisible escudo de unos labios cuando dicen 'te quiero' y se detiene el mundo y nada puede hacerte daño. Y crecer, y sumar, y vivir.

Estaré a vuestro lado. Y recordaré aquellas primeras llamadas de Noelia, aquellos primeros miedos, esos primeros pasos por el amor que se fueron acortando con la seguridad que da la verdad de la palabra, el calor de los besos, unos ojos sin mentira, la transparencia de quererse sin más. Tantas lágrimas compartidas, tantas risas, tantas cosas que guardan nuestras gargantas y nuestros oídos para siempre.Y la voz de Javier sosteniéndome en momentos de flaqueza, cuando sólo los amigos de verdad dan su dimensión de amigos, te tienden la mano y te ayudan a caminar, sea por el Planeta Toro o sea por la vida, que es el ruedo más difícil de pisar.

Cerraré los ojos y estaré a vuestro lado. Hoy, mañana. Siempre. Y os veré así. Sonrientes. Juntos. Abrazados. Tan al lado. Tan cerca. Una sola cosa. Grandes, fuertes, libres, invencibles.

Así, en pie. Juntos. Acariciando, asintiendo.Y mi corazón me dolerá un poquito menos, y brindaré hasta el amanecer en la copa de la alegría, de la esperanza, de este cariño inmenso que nunca se rebosa.

Os quiero con toda mi alma.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Águeda

Os hablaré de ella. De Águeda. Nuestra Águeda, nuestra ágata, una de esas piedras preciosas que de cuando en vez la vida te pone en el camino como si fuese un sortilegio, un amuleto que conservar, que proteger. Y para mi es un privilegio haberla encontrado, sentirla tan cerca, tan protectora.

Os hablaré de ella porque ella siempre está hablando de nosotras, sus Águedas, sus hermanas, y siempre se guarda en un rinconcito su trabajo callado, la tremenda ilusión y energía que pone en todo lo que hace, la emoción a flor de piel cuando recuerda que ella es eslabón, parte indisoluble de una cadena muy antigua de mujeres valientes y libres que un día, hace ya muchos años, decidieron hacerse fuertes en su casa, entre las suyas.

Águeda es un bellezón por dentro y por fuera, quizá porque todo sea transparencia, porque no se guarda nada. Sé que esta foto no le hace justicia a su sonrisa inmensa, a la tremenda dulzura de sus palabras, a esos ojos azules que insultan de puro bonitos. Pero sé también que esta foto le encanta porque está al lado de su santita, nuestra santita de San Lázaro. Y porque probablemente fuera yo la que estuviese tras la cámara ese día de vísperas en que bajamos a ponerle las flores a la iglesia para dejarla preparada para la procesión de febrero, cuando los cohetes anuncian su presencia por las calles del barrio y se nos acelera el pulso y los corazones, y perpetuamos los cánticos y las tradiciones que sostuvieron las herederas de la alegría.

Os hablaría de ella por muchas cosas que me guardo en mi corazón y que ella y yo sabemos. Por el regalo de ver crecer a Lucía tan preciosa, tan llena de luz. Por las miles de puntadas que cosen amor de madre a miles de lazos de niñas. Por esas confidencias que quedan de tú a tú y que casi nos leemos en la mirada. Por el apoyo constante en este verano maldito que tanto nos ha robado y en tantos momentos de mi vida en que cura más una sonrisa que todas las tiritas del mundo. Por su mano en mi mano en los momentos de dolor sin necesidad de decir nada, con el verso de Agustín en el aire y la tierra leve humedecida, ya abrazando.

Espero, Águeda, que te lleguen estas palabras con la misma emoción con que yo ahora las escribo, tan desde dentro, tan de verdad. Era obligatorio traer a esta fábrica de sueños a quien tantos sueños ha compartido conmigo y a quien cose y repara, como si fuera uno de sus lacitos, puntada a puntada, mi alma.

Te quiero.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Al otro lado de la vida


Esta es la mano que acaricia a los zamoranos que están al otro lado de la vida, más allá del amor, más allá de la ausencia, del dolor, del miedo a la muerte. Nuestro Jesús. El que tantas veces hemos abrazado bajo la madera. El que tantos silencios sabe.

Esta es la mano que acaricia el aire de marzo, la luna de abril, cuando lo descendemos hasta el camposanto y prometemos ante sus muros la resurrección y la alegría, la Luz y la Vida, la esperanza de que somos eternos, de que somos más fuertes que los siglos, que somos mucho más que corazón y memoria, carne, sangre, herida.

Cuidadnos desde lo alto. Sabednos. Sentidnos. Apuntaladnos cuando nos sepáis vencidos. Abrazádnos desde el otro lado, no nos soltéis la mano. Seguid siempre tan cerca.

Aquí, en la tierra, os echamos de menos. Os queremos.


(En Zamora, su pueblo y el mío, se nos ha muerto hoy Agustín García Calvo. Tan grande. Tan inmenso. Tan sabio. Vuela alto, Agustín. Libre te quiero, siempre. Ni de Dios ni de nadie)