martes, 22 de enero de 2013

Nieve


De pronto el invierno se hace palpable y nieva tras los cristales. Pero nieva sin prisa, mansamente, sin apenas rozar la tierra. Nieva en silencio, como si no quisiera nevar. Y de pronto cesan los copos y todo es agua y humedad sobre los adoquines, y una claridad que quiere romper pero ya no puede porque en nada vendrá la noche con su cortina oscura.

Nieva sin nevar apenas y mi corazón es como esta ciudad, que se empapa sin importarle, despreocupada, esponjada, abierta, limpia con el beso frío de esta nieve que no extiende su sábana en las calles ni sobre los tejados pero lava el cielo como si nunca se hubiera inventado el dolor ni la culpa.

Como si la memoria fuese la nieve que de cuando en cuando cae sin pedir permiso para hacerse nada y ser de nuevo la ciudad de siempre, lo cotidiano, la piedra en naranjas, el verde que nunca renuncia a la primavera, que siempre se impone al invierno; una ventana abierta al futuro, la paz sobre mi almohada. La vida a raudales cuando amanezca un día más, esta luz blanca que no hiere, que sólo acaricia con su pañuelo, que sólo espera y viste de blanco mi alma.




(La imagen está tomada del blog www.rinolofo.blogspot.com)



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, Ana. Precioso.

Isabel dijo...

Entre tanto frío tus palabras calientan el corazón. ¡Qué bueno es saber que bajo la nieve blanca siempre espera el verde de la primavera!

Anónimo dijo...

Ay Mi Ana,pero qué bonito escribes y me gusta porque huele a calma a armonía a paz ese corazón tan grande que tienes y que tanto la merece esa calma y amortiguación.Un abrazote de la brujilla Amparito

Sierva de Dios dijo...

Escribes fenomenal, estoy de acuerdo con Isabel, tus palabras calientan cualquier corazón. Con tu permiso pongo el enlace de tu blog en el mío.