jueves, 27 de junio de 2013

En tus cuarenta

(Para Guti, mi amor-amigo-hermano, como él dice)


Todos los años, por febrero, tres días antes de las Águedas, tengo la buena o la mala costumbre de felicitar a mi hermano pequeño vía blog, probablemente porque si esto quería ser una fábrica de sueños, los sueños siempre vienen de la mano de aquellos que nos queremos.

Hoy es junio, 27, y escribo para ese otro hermano pequeño que me puso la vida, que no la sangre, aunque sienta su sangre como si mía fuera y daría hasta la última gota de mi sangre si la necesitase o me la pidiese, aunque es de los que apenas pide y siempre da, porque así lo mamó en casa.

He rebuscado en las viejas fotos: esas fotos en las que bailamos jotas en el patio de casa cuando llega la Pascua y sube Cristo Resucitado por la cuesta; las fotos de La Hiniesta junto al pendón, cuando hacemos camino y posamos año tras año a la entrada del pueblo con el camino culminado; las fotos de dos cachorros que me cuesta reconocer a las puertas del Cuartel Viriato cuando hicimos una fiesta de la ciudadanía y de la convivencia saltando sus muros y abriendo sus puertas; las fotos de febrero, que suenan al charro de Mayalde; incluso esas viejas fotos en blanco y negro que seguro que esperaba esta mañana en su muro de Facebook, él tan indio, tan étnico, con aquella melena negra y rizada, unos cuantos kilos de más -igual de guapo, amor, igual de guapo- y la vida metida entre dos trozos de pan para comérnosla en bocadillo.

He rebuscado en las viejas fotos y en los recuerdos, quizá porque hoy hace un porrón de años que me partí un tobillo cuando andábamos de celebración bandarra por Los Herreros. Aquellos primeros años de gigantillas y gigantes; los cuentos en la casa de Víctor, allá donde el Duero se hace desfiladero entre la piedra; el olor a tierra mojada de Sanabria y tus manos y tu ropa tiznadas de monte y de fuego; el frío de la madrugada del Viernes Santo, cuando Zamora no se va a la cama y espera en pie a que den las cinco. Aliste siempre verde. Febrero, siempre febrero. Las alboradas en Robledo; los sones de la gaita en las romerías. Esas cosas que nos contamos pero que nunca se cuentan. Tantos abrazos, tantos besos. Tanto, tanto...

Pero he optado por mangarle esta foto que colgó ayer en internet, tan tierna, entre los brazos de Tere, nuestra Tere, cuando abría los ojos al mundo después de campar en su vientre, tan seguro, tan generoso. Gracias siempre por traerlo a la luz.

Hoy Guti cumple 40 años. He tenido la suerte de estar cerca casi siempre, de ser, de compartir, de sentirme, de reivindicarme a su lado. He tenido la suerte de crecer y de verlo crecer y dejarle volar y seguir sumando y seguir compartiendo. He tenido la suerte de estar a su lado, de ofrecerle mi mano para levantarse si se caía, de tomar la suya y ponerme en pie cuando era yo la que andaba a ras de suelo. Esas manos que cosen el alma, que curan, que rezan y cantan.

Y así seguimos, sumando vida, y alegría, y lágrimas, y ausencias y bienvenidas. Cada uno en lo suyo sabiéndonos ahí. Queriéndonos tanto. Tanto, tanto que me emociono escribiendo esto, que en el fondo sólo quiere un beso de metralleta como los de la abuela en las sus maninas, un abrazo de esos que duelen y un brindis para que la vida me deje seguir disfrutando del privilegio, del impagable regalo de saberte, de sentirte, de ser en ti. De que seas en mi. En tus cuarenta, en tus matinales besos. Antes, mañana, siempre.

Te quiero con toda mi alma, cariño. Felices cuarenta.

No hay comentarios: