domingo, 28 de julio de 2013

Un año contigo tan sin ti

(Te quiero, Tere)

Escribo contra la madrugada, en esta madrugada de 28 de julio. Fuera sopla viento fresco, promesa de lluvias. Siempre me ha gustado pegarme al teclado en este silencio de la noche, cuando nadie me ve, cuando nada me obliga a estar aquí a pie de teclado pensándote, queriéndote, echándote de menos cada día hasta el dolor, sonriéndote cuando pienso que me ves y de alguna forma me sostienes allá arriba cuando me haces falta. Lo sabes.

Ha pasado un año desde ese 28 maldito, julio maldito, sábado maldito. Puto día. Aquel día. Aquel puto día. Aquella llamada sobre tantas llamadas sin respuesta. Tu nombre como si fuera otra cosa, en otro tiempo, en lo imposible. Aquel día sin calendario que nunca tuvo que existir.

Un año, Tere. Un año. Te fuiste. Te quedaste. Te hiciste tan grande, tan inmensa, tan en luz, que no te abarco cuando intento abrazarte. Que me falta voz para decirte lo mucho que te quiero; lo mucho que te extrañamos por aquí abajo. Aquel día. Ese día, ese descalabro.

Un año. Guti padre luchó como un jabato, tan valiente, tan digno siempre de ti, contigo, y tú con él. Guti hijo creció hasta una altura inalcanzable extendiendo sus alas sobre todos, sobre todo. Curando, consolando, rezando y cantando desde lo más profundo de su dolor, inventando esperanza.

Llegaron Daniel y Teresa y encendieron en luz tantos corazones desgastados. Siempre vence la vida. Cosí a mis carnes los nombres que tú elegiste desde el vientre: José Luis, Carlos, Héctor, Alberto y Ana Teresa, como si fuesen tesoros que proteger con mi propia vida. Cómo, cuantísimo les quiero. También lo sabes. Lo saben.

Aprendí a reconocerte en el olor cálido del horno cuando escupe gloria. En unos pendientes dorados susurrándome tu nombre al oído. En aquel correo que abrí cuando ya no estabas. En esta fábrica que te sueña cada día. En la estela del cántico y de los corales. En un charro de Mayalde que no se parecía a ningún charro de Mayalde, contigo tan sin ti. En los lazos de seda ondeando, proclamando la vida, en la mañana de la resurrección. En el pendón carmesí lamiendo el suelo de La Hiniesta, escribiéndote una carta desde la tierra. En aquel sonar de panderetas como un zumbido de abejas y de amor junto al mármol. En las rosas que florecieron sobre tu cuerpo en la mañana del 5 de febrero. Hermana nuestra.

Escribo y lloro y quiero rebelarme contra la vida y me contradigo. Porque eres, porque estás, porque te siento. Porque cierro los ojos y te veo, y te abro el alma y te escucho y siento tu risa, y tus cosas, y esas palabras sabias que me faltan cuando colocabas mis cosas en su sitio si yo las tenía tan descolocadas. Un año contigo tan sin ti, un año contigo tan en luz, sin tiempo que todo lo cure.

Escribo contra la madrugada porque así nadie me ve. Sólo tú, que estás en el aire y en todas las cosas. Que estás aquí, tan viva, tan presente, tan de verdad. Sólo tú.

Un año contigo, tan sin ti. Un año sin ti, tan contigo.

Te quiero, Tere. Te quiero con toda mi alma, así pasen los siglos.

miércoles, 3 de julio de 2013

Aproximaciones



Michu anda mosqueada por ese sentimiento patrimonial gatuno que a veces se nos pega a los humanos. La llegada de una bebé gato a casa la tiene revirada. Pero al menos he descubierto, después de dos años, que Michu sabe rebufar. Tan buena es. Santa gata.

Mi princesa del Siam se siente destronada. No entiende que hace mucho tiempo ella ya es una reina que ordena y manda como le da la gana en mis cosas. Que no sabría vivir sin su presencia sigilosa por la casa, sin sus ojos como canicas escudriñando todo; sin sus lametones y sus ronroneos por la mañana, sin su calorcito sobre mi cama por las noches o sin su pasar de mí cuando le da por ir a su bola, que lo lleva en los genes.

Me gustaría explicarle que ella era también un bebé cuando entró en mi vida; que me robó el corazón en cuanto la pusieron en mis manos y se escondió dentro del pie del lavabo. Que sólo ella sabe el balance de cada jornada, mis alegrías, mis lágrimas, el cúmulo de vida que meto cada noche entre las sábanas mientras desando la madrugada hacia un nuevo día en blanco.

Y aunque pasea cuando quiere por el teclado de mi ordenador, sé que nunca leerá todas estas cosas que le escribo, estas cosas que le susurro cada día como si me entendiese (porque sé que me entiende), ahora que anda mosqueada por ese sentimiento patrimonial gatuno que a veces se nos pega a los humanos.

Cuánto te quiero, Michita!!!


(Y a ti, pequeñaja, bienvenida. Siéntete princesa en este reino donde Michu brilla inmensa, como sus inmensos ojos azules, como la inmensa ternura que me produce sumar vida y tenerla cerca)